miércoles, 30 de abril de 2014

Niño (segunda parte)


Águila y Mujer Venado, cielo y tierra, cuidan al Niño, a la semilla de la nueva raza, y su madre Mujer Estrella de la Mañana desciende con frecuencia en forma de mujer para nutrirlo con el don de hablar, escuchar y comprender todos los lenguajes, los de las aguas y los vientos, los de los animales, plantas, hongos, astros. Recorre alturas y profundidades, ligero, bien recibido en todos los rincones de la tierra. 

Cuando llega el momento de anunciar el cambio, una mañana Mujer Estrella habla con el jovencito para recordarle que, en su centro y siempre despierto debe atravesar el período de sacudidas y furiosas inundaciones, la despedida de miles de seres en quienes se ha reconocido.

Desde las alturas en su montaña, el Niño que se convierte en el eterno adolescente, Sahuatoba, es el testigo de como las aguas de la mar llegan a rodear la montaña arrastrando en una danza furiosa los restos del mundo conocido. 

Estrella de la mañana y Hombre Rayo traen el sustento a su hijo. Transcurren muchos días con sus noches y vueltas al Sol hasta que el lodazal se seca y nace una flor al pié del risco donde Sahuatoba habita: un lirio blanco. Atrapado por la visión y el aroma que llena la mañana, Sahuatoba corta esa exquisita flor, y ésta se transforma en una hermosa mujer. "Masada" murmura Sahuatoba. Cielo. 

Masada y Sahuatoba caminan a los cuatro rumbos, juntos, libres, se aman muchísimo. Tanto que cuando retornan a la montaña, a la cueva del picacho y pasan ahí una noche, la tierra a su alrededor se llena de lirios blancos que descubren de madrugada, cuando salen a saludar a Estrella de la Mañana. Mujer Cielo, Masada llora de alegría y corta una flor que se transforma en una cierva, y Sahuatoba Adolescente Eterno corta otra que se convierte en ciervo. Y así cada mañana le abren la puerta a una pareja de cada especie para repoblar la Tierra.

Continuará... 



(Tomado de "Leyendas Durangueñas", Segunda Edición, 1963, Eduardo Gámiz.)

viernes, 25 de abril de 2014

Niño (primera parte)


Mujer Estrella de la Mañana medita sentada en el cielo de verano, desde la madrugada brilla su belleza. Ella está unida con todo y sabe que es tiempo de cambio, las nubes oscuras la rodean y dialogan, los humanos que han habitado la Tierra saben que en este momento entre el sueño y el despertar se anuncia su partida. Todos están de acuerdo, preparados para esta ceremonia, serenos pero encendidos por la pasión. Esta madrugada del tiempo original dura mucho, como para que en un parpadeo se sucedan innumerables sueños fértiles.

Hombre Rayo ama intensamente a Mujer Estrella. Ha esperado toda la sequía para besarla. Y ella anhela el encuentro. 

Cuando él la mira, sentada en el cielo, brillando en todo su esplendor en el único hueco que no está nublado, cruza en un instante las nubes: en el resplandor de una descarga se besan, y ella queda preñada. En ese mismo instante da a luz a un hermoso niño, que el padre Hombre Rayo en otra descarga lleva a la tierra, y lo deposita en la entrada de una cueva, donde Mujer Venado está criando a sus cervatillos, ella lleva al Niño al nido de zacate para que duerma junto con sus hijos. Lo amamanta. El águila que anida en la cumbre vela por los venados y por el Niño de la próxima humanidad.

Continuará...

(Tomado de "Leyendas Durangueñas", Segunda Edición, 1963, Eduardo Gámiz.)