Dos cuernos tiene el Venado. Un par. Dos Ojos. Un Par. Dos Orejas en la cabeza. Un par. Otros tantos pares de orejitas en el corazón como familia de honguitos pequeñitos relámpago cristal. Un par de piquitos minerales al final de cada pata con los que toca la tierra. Y así, todo en pareja para recordarnos ese venado al extenderse que de dos en dos nos damos cuenta que no existe tal cosa como la dualidad, pero podemos jugar.
Tiempos secos en la tierra bajo el jaguar constelación.
Una lagartija pequeñita y cornuda, camaleón guardián del jardín, con sus ojos externos e internos de obsidiana y sangre, ve a la abuela niña desde la Sierra como vuela y canta, como es Venado, estrella y mar.
Sabia se acomoda su rebozo, suspira y sigue velando a los niños. El cargador de la medicina que florece en equilibrio se asoma para abrir el camino.
Las mujeres sueñan con las piedras de moler, en donde el venado se transforma también en nubes que nacen del mar, y todo así vuelve a empezar.
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