Hombre Rayo ama intensamente a Mujer Estrella. Ha esperado toda la sequía para besarla. Y ella anhela el encuentro.
Cuando él la mira, sentada en el cielo, brillando en todo su esplendor en el único hueco que no está nublado, cruza en un instante las nubes: en el resplandor de una descarga se besan, y ella queda preñada. En ese mismo instante da a luz a un hermoso niño, que el padre Hombre Rayo en otra descarga lleva a la tierra, y lo deposita en la entrada de una cueva, donde Mujer Venado está criando a sus cervatillos, ella lleva al Niño al nido de zacate para que duerma junto con sus hijos. Lo amamanta. El águila que anida en la cumbre vela por los venados y por el Niño de la próxima humanidad.
Continuará...
(Tomado de "Leyendas Durangueñas", Segunda Edición, 1963, Eduardo Gámiz.)
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