Canta al polen de maíz, le gusta hacerlo frente a un muro de piedra que se levanta en un lugar muy hermoso donde el río da la vuelta y descansa por un momento. Le gusta el eco de su canto. Pero hoy la voz no repite sus palabras, le da indicaciones para ir a presentarse en el hogar de un alto varón. Cuando ella llega a la cueva, conoce al hermoso Señor de los Murciélagos. Se enamora y se queda a vivir con él.
Ellos tienen un hijo precioso. La nariz del padre, los ojos y dientes de la madre.Un día llega a la cueva la terrible noticia de que el pueblo se ha quedado sin sustento: los roedeores han devorado el corazón de la semilla. La princesa comprende que tiene que bajar. Su amado esposo le dice: "regresa a tu pueblo, ellos te necesitan, cuando sea el tiempo siembra tus dientes".
Cuando ella llega a casa de su padre, quien está muy enojado pues cree que la ausencia de su niña es lo que ha ocasionado esto, ella vuelve a cantar al polen, sonriente. Y luego con un soplo pone en sus manos todos sus dientes y muelas y los lleva al coamil. Nubes oscuras se extienden en el cielo como las alas de un enorme murciélago. Cantan los truenos. Ella llama a la comunidad y entre todos siembran sus dientes. Mazorcas grandes de perlas blancas son el sustento que nace del amor de la mujer.
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Adaptado de una leyenda pipil.