sábado, 9 de abril de 2011

Real de Catorce y el acecho de First Majestic




por Juan Carlos Ruíz Guadalajara
Investigador del Colegio de San Luis


El  pasado 31 de enero, en el aniversario del asesinato de Mahatma Gandhi y al pie de su monumento en la ciudad de México, fue creada una plataforma social con el fin de establecer un compromiso público para la no-violencia de diversos actores involucrados en el escenario del proyecto minero que la canadiense First Majestic pretende realizar en Real de Catorce, San Luis Potosí. Dicho compromiso, aceptado por la minera, sentaba un precedente en favor de la verdad y el diálogo responsable ante lo que podría convertirse en un nuevo conflicto social derivado de un proyecto más de explotación de metales preciosos. Sin embargo, transitar los caminos de la verdad y la No-violencia para la toma de decisiones y la resolución de conflictos es una posibilidad todavía remota, aunque deseable y urgente, para un país como México, sometido a la mentira, la corrupción, la violencia, la falta de Estado y los intereses de las trasnacionales. Esa realidad se manifestó el pasado 11 de marzo durante el primer Foro sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente realizado en Real de Catorce con la participación de dos comisiones estatales de derechos humanos, de instituciones del gobierno estatal, de pobladores, de organizaciones ciudadanas y de empleados mexicanos de First Majestic.

Llama la atención el hecho de que esta fuera la cuarta reunión informativaorganizada sin datos precisos. Al día de hoy, First Majestic no ha presentado ningún estudio técnico, y menos una manifestación de impacto ambiental ante Semarnat, documentos que deberían ser la base de cualquier análisis, discusión y toma de decisiones democráticas sobre las afectaciones que a la Sierra de Catorce y su bajío provocaría este negocio de extracción de plata, en caso de realizarse. En contraste, la canadiense ha seguido el camino que utilizan en todo el mundo sus similares: buscar apoyo de autoridades y empresarios locales, y atraer voluntades mediante ofrecimientos que se realizan a espaldas de la ciudadanía, incrementando la polarización y los escenarios de posible violencia.
El dolo con que la empresa actuó fue evidente: no dio dato alguno sobre el volumen de mineral que pretende extraer mediante megaminería subterránea, no proporcionó cifras sobre la cantidad de agua que necesitaría para su proceso de beneficio, tampoco dio información para evaluar las afectaciones que podría causar el minado en las corrientes subterráneas de la Sierra de Catorce. Para la separación de la plata mediante el proceso de flotación, mencionó cuatro productos sin especificar reactivos químicos, generación y disposición de residuos, contaminación de aguas, etcétera. En lugar de ello, desplegó su propaganda sobre empleo, medio ambiente, respeto a los sitios sagrados de los wirraritari y los supuestos beneficios que piensa derramar en la zona, para abatir cualquier rechazo al proyecto. Mintió además al insistir en que es una empresa 100 por ciento mexicana y que los canadienses sólo ponen el dinero. Con este proceder, First Majestic vulnera las condiciones que se requieren para un proceso informado de toma de decisiones de la población, en un caso que involucra temas demasiado sensibles, como el futuro de los recursos hídricos, la biodiversidad y el capital histórico-cultural de toda la Sierra de Catorce, los derechos de los pueblos originarios y la existencia en la zona de sitios sagrados protegidos. De las 6 mil 327 hectáreas que abarcan sus 22 concesiones mineras, First Majestic ha llegado al extremo de ofrecer la donación, sin costo (sic), de 262 hectáreas de territorio sagrado al pueblo wirrárika, y que forman parte de la reserva de Wirikuta. Con ello pretende mostrarse como defensora de las tradiciones y cultura indígenas, evadiendo la discusión de fondo sobre por qué el gobierno mexicano concesionó a una trasnacional dicho territorio sin consultar al pueblo wirrárika, su ancestral depositario y dueño original.

Foto: Federico Lepe

La historia reciente de Real de Catorce está marcada por el abandono gubernamental. Su último tirón de fama la debe al cine estadunidense. Hasta 1778, ningún novohispano se atrevió a remontar, en busca de metales, las agrestes montañas de Catorce, ubicadas en la frontera de lo que entonces se llamaba el Nuevo Reino de León. Al inicio del siglo XIX, Catorce se consolidó como uno de los reales mineros más importantes de la monarquía hispánica y circuló por Europa en las descripciones de Humboldt, quien calculó que del total de 2 millones 500 mil marcos de plata que anualmente pasaban de México a España, la mitad era extraída de tres minas: Guanajuato, Zacatecas y Real de Catorce. Entre el ir y venir de las bonanzas, Catorce vivió hasta finales del siglo XIX sin túnel de Ogarrio, y a pesar de la inauguración de éste en 1901, el pueblo llegó a finales del siglo XX en calidad de fantasma, sin importar su increíble valor patrimonial. En la última década la inversión privada, nuevos pobladores y el turismo han fluido lentamente. Aún así, este legado de más de 200 años contrasta con los muchos siglos de presencia wirrárika en Wirikuta. Sería peligroso que First Majestic se mantuviera en la ruta que ha seguido hasta ahora. Los pobladores deben retomar la exigencia de un proceso democrático de información y análisis que les permita ponderar las consecuencias que tendría el canjear 15 años de efímera bonanza por más deterioro y pasivos ambientales para las futuras generaciones. También es urgente que desde su lógica interna, el pueblo wirrárika transite hacia la autorrepresentación para emprender la legítima defensa de su patrimonio cosmogónico, restaurar sus vínculos con la población no indígena de Catorce y evitar mediaciones que sólo han logrado fortalecer a la empresa minera en sus estrategias de división. Ante la trascendencia de lo que está en juego, es importante exigir al Estado, en todos sus niveles, terminar con su mediocridad y plantear programas efectivos que detonen el desarrollo sustentable a partir del inmenso capital histórico, cultural y natural de Catorce, así como políticas públicas inclusivas que garanticen la restauración y preservación de Wirikuta, escenario cosmogónico y sitio de peregrinación, contacto y consulta a sus dioses del pueblo wirrárika.
Fuente: La Jornada
9 de abril del 2011
http://www.jornada.unam.mx/2011/04/09/index.php?section=opinion&article=018a2pol&partner=rss

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