La visión mítica requiere que uno compenetre el sujeto interior de lo que aprehende, dejando de verlo como objeto aparte. De tal modo, se dice que un maracame ya muy ilustrado percibe la tierra sobre la que pisa como una persona, y asimismo conversa con esta Nuestra Madre. Y éste es el grado de ilustración mayor que se logra con el seguimiento de la cultura ancestral: llegar a ver desde el interior de nuestro ser el interior de otro ser, de corazón a corazón. Pero, para adquirir el corazón espiritual o iyari que permite esta visión se debe aprender a controlar el cuerpo, dominando sus apetitos y purgando los pensamientos que manchan la conciencia y tergiversan las visiones. Hay que trascender la condición humana para ver el espíritu, como ven los antepasados, a través de los nierica que reflejan lo que existe tanto en el plano espiritual como en el material. En las palabras del ya citado José Benítez: “Para conseguir nierica, nosotros nos sacrificamos bastante, ayunando, sin dormir con la mujer y sin pensar mal, nada más pensando en conseguir nierica, para poder saber algo del iyari, del cupuri (alma) de Nuestra Madre (Tierra).”
"Los dioses han puesto el sacrificio en el mundo y es pesado"*, pero, ¿sin este sacrificio cómo se puede penetrar el misterio de la creación como algo que nos incluye y atañe a nosotros?: "Cada uno de los dioses entregaron sus venas a la tierra; por eso (...) tenemos venas en nuestro cuerpo ... "* "Todos los dioses se unieron para hacer nacer la luz." "Cuando entregaron sus vidas los dioses, se descubrió la claridad y aparecimos nosotros y las aves ... y su rostro de los dioses fue sepultado con la oscuridad."*
*Citas de José Benítez
Fragmentos tomados del capítulo "El hermetismo y la visión poética" p. 32-33:
Negrín, Juan, Acercamiento histórico subjetivo al huichol, EDUG, Universidad de Guadalajara, México 1985. pp.64.
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