Aboreachi, Guachochi, Chihuahua 2012 |
por Guillermo
Palma
La historia del maíz en la Tarahumara se puede
recuperar por medio de relatos que dan sentido a la existencia de este elemento
en la vida de la cultura rarámuri. Estos relatos van pasando de generación en
generación. En nuestra mirada de la realidad no puede estar separada la tierra,
el bosque, de los que en ella vivimos junto con todas las costumbres y
creencias, la historia y los problemas de la época actual, la invasión
cultural, territorial y los grandes proyectos turísticos y mineros que
contaminan los ríos y dejan devastación en la barranca y en la montaña.
En el territorio rarámuri, en buena medida y a pesar de
todo, seguimos conservando la libertad que tuvieron nuestros antepasados
aunque en la actualidad es cada vez más difícil seguir haciéndolo. Todavía hay
gente que no se preocupa por deudas en los bancos, por pagar la luz o el agua.
Las preocupaciones son lo que la misma cotidianeidad va ofreciendo.
Las aspiraciones que tenemos son la de ser buen ser
humano según las reglas de nuestro territorio, nuestra casa.
Por eso es importante que sigamos haciendo lo que nuestros
padres y nuestros abuelos nos enseñan, y que éstos a su vez aprendieron de sus
abuelos desde el principio de los tiempos.
Nuestra historia dice que fue el mismo Onorúame quien
nos enseñó a trabajar en nuestras tierras y montes para poder tener con qué
vestir y con qué alimentarnos.
Toda esta forma de vida es lo que nos hace ser diferentes de
otras culturas, aunque a veces nos parecemos a otros pueblos que viven en
lugares lejanos. Tenemos costumbres que nos identifican y nos hacen ser
diferentes, ni más ni menos, simplemente diferentes, porque tenemos condiciones
en nuestro territorio que así lo permiten, como el frío del invierno con sus
cada vez más escasas nevadas y la prolongación más marcada de la época de la
sequía
Decimos que esto sucede porque se están llevando lo que le
da vida a nuestros bosques —y que llama al agua, retiene la tierra de la
erosión, purifica el aire que respiramos, donde viven los pájaros que con sus
cantos nos alegran nuestros paseos por nuestros territorios y que con sus
trinos nos dicen cosas que muchos ya no sabemos descifrar.
Desde hace muchos años el saqueo de madera va dejando la
sierra sin recursos naturales. Es la depredación de madera sin escrúpulos
de los que han aprendido a comerciar con la naturaleza. El pino aporta
muchos elementos para hacer más agradable la vida y, por lo tanto, hacer más
fácil nuestra existencia. Gracias al agua que el pino llama podemos sembrar
nuestro cultivo más significativo que es el maíz; tan importante es que en
todas nuestras actividades está presente, ya que es el alimento más utilizado
en nuestros pueblos por su versatilidad y nobleza.
Ahora podemos decir que nuestro maíz está en peligro por la
llegada de maíces en forma de ayuda alimentaria, pues no sabemos de dónde
vienen estas semillas. No sabemos si son de origen transgénico. No sabemos si
son híbridas. No sabemos lo que le ocurrirá al maíz nativo. Si se enferma,
¿cómo lo vamos a curar?
Tal vez la resistencia cultural del pueblo rarámuri ayude un
poco a cuidar nuestras semillas, pero cada vez es más difícil hacerlo porque la
capacidad de respuesta es lenta ante la enorme ola de proyectos externos que
están llegando a nuestras comunidades a toda prisa. La falta de conocimiento de
funcionarios, gente ajena a las culturas locales, ha hecho que al indígena no
se le tome en cuenta para la elaboración de los proyectos que se ponen en
marcha en las distintas comunidades, motivando con esto la esperanza cada vez
más lejana de seguir haciendo lo que los antiguos enseñaron, que es el
estar en paz con lo que nos da la tierra, el bosque, el agua y el aire que
respiramos. (Y con nuestros hermanos humanos.)
En estos últimos tiempos, la constante mediación de
organismos defensores de derechos humanos han hecho que el habitante serrano
indígena tome, en la medida de sus posibilidades, la defensa de su territorio,
pero esto desgraciadamente no ha sido suficiente para detener el quebranto
de los ecosistemas que en sus buenos momentos estuvieron llenos de vida.
La defensa de los recursos no ha tenido el suficiente impacto, ya que existen
muchos intereses de explotación, ya sean forestales, mineras, empresas
turísticas y más. En la mayoría de los casos el indígena es el que lleva la
peor parte como consecuencia de estos proyectos e intereses. Lo que queda es un
bosque mutilado, la tierra erosionada, el agua cada vez más escasa y además
contaminada, la biodiversidad excesivamente reducida. Los paliativos para
borrar un poco la desigual forma de explotar los recursos hacen al indígena
cada vez más dependiente de las ayudas simbólicas que traen instituciones de
gobierno y no gubernamentales. Se hacen intentos de solucionar los efectos de
la devastación y la pérdida del hábitat, pero como la defensa del
territorio se hace en los tribunales, el indígena está atrapado entre los
trámites burocráticos y el avance de invasión ideológica para la explotación de
recursos naturales existentes. Por lo tanto, nos estamos convirtiendo en
explotadores de lo que nuestros ancestros cuidaron con tanto sacrificio.
Vemos con tristeza camiones cargados con cadáveres de pino y
encino, pero al indígena no se le permite cortar madera para hacer su casa. La
presión sobre el bosque y los que vivimos ahí es ya muy fuerte, pero la
propuesta de los pueblos indígenas aún está viva. ¿Lo toman o lo dejan?
Convivamos con la naturaleza de una manera más responsable. Con esto no decimos
que el pueblo mestizo viva como nosotros, pues difícilmente lo podría hacer,
pero sí puede ser conciente de que nos estamos acabando el mundo.
Pedimos que nos dejen ser como somos, que no se impongan
leyes en donde la gente tiene las propias y muchas veces más justas que las
leyes escritas por los diputados, ya que se imparten con la fuerza de la
comunidad.
Queremos que nos dejen seguir cuidando nuestro maíz como
nosotros sabemos. No veamos al maíz sólo como un producto, hay que verlo como
un regalo de la madre tierra que, a través de nuestros ancestros, logró
transformarse en nuestra propia carne, en nuestro cuerpo. No podemos atentar
contra nosotros mismos.
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