martes, 25 de septiembre de 2012

Tatei Matinieri



Un tlacuache compadre de la zarigüeya de cola gorda, ha sacado del recuerdo el relato de sus abuelos:

"Cuando parece pesada la piel con que caminamos día a día, es tiempo de dejar la sal, la carne, esposas y maridos...los pensamientos se caen para dejar lugar a los retoños, si tenemos suerte. Ya no recordamos que este nombre es un disfraz que nos tenemos que quitar, así que caminamos buscando con el anhelo del corazón, recordamos al venado que se quitó su piel, y ya cansados y sedientos nos sentamos un momento bajo los árboles estrella. ¿En dónde está tu esposa caminante, en dónde tus hijas? ¿Cuándo dejaste de mirarlas? Son ellas sostén en este gran tejido. El Venado y una mujer hermosa hablan con la mirada. Ella no trajo solo velas y maíz, se quedó para dar de beber a todo el que tenga verdadera sed. Al músico que caza el canto, al enamorado, a la niña que quiere ser bordado y con hermosa sonrisa da las gracias por los cuidados recibidos.”

Parece que ella no se mueve. Pero siempre fluye, cambia, por eso en su corazón venimos a lavar nuestros viejos rostros y a hacernos nada para ahora sí, empezar a caminar. No se estanquen -nos recuerda- no den demasiado valor a las formas. Aún los árboles estrella son flexibles y a cada instante muestran una ancestral sonrisa nueva.

El tlacuache y su comadre, acompañados de sus extensas familias, caminan para llevar el pagamento a las madres que nos mantienen vivos y contentos. 

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