Una hermosa mujer ha quedado preñada
Se reunen las familias a pedirle al cielo que bañe de sereno la semilla que han escogido y guardado con atención, el maíz que recuerda a todas las generaciones que le han cantado, todos los corazones que ha nutrido.
Se canta hoy al sur, al norte, al poniente y al oriente, a lo eterno, que vengan todos a esta semilla, y se le canta en forma especial a la tierra, morena hermosa, pidiéndole permiso para entregarle esta semilla, para que abra su misterio a sus hijos, a sus hijas. Se barre el lugar del rezo mientras sostenemos las velas encendidas, así como barren el viento y el fuego en su momento para que todo germine año con año.
Nuestros anhelos van en cada granito, ahora en nuestras manos es maíz, al entrar a la tierra muere, el misterio tiene que conocerlo sin identidad.
Sembradores contemplan el surco abierto, pies descalzos celebran caminar por el coamil, las coas están felices de bajar como serpientes rayos a tocar la piel de esta hermosa mujer.
Los más pequeños aprenden a cuidar que no quede ninguna semillita fuera, en el huequito se depositan suficientes para que todos comamos, también los pájaros.
Alimento robado a las hormigas recuerda el cantador.
Llueve y es el trueno rayo relámpago el que enamora y preña a la Señora.
Pasan los días, estamos atentos a ver cuando asoma las orejas el venado.
Y es entonces cuando una niña prepara con la ayuda de su mamá y su abuela una jicarita con agua y pinole, como leche materna y va a la milpa, le habla a los rumbos, y le pide con su corazón a la mar que mande sus nubes de espuma de mar, para que a su niña maíz –la mar es la madre del maíz- no le falte el sustento, su chichi.
Así se va criando nuestra niña maíz. Tenemos que cuidarla para que no se vaya.
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Elisa María Piccini Echevarría.
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Elisa María Piccini Echevarría.
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