Un tlacuache compadre de la zarigüeya de cola gorda, ha
sacado del recuerdo el relato de sus abuelos:
"Cuando parece pesada la piel con que caminamos día a
día, es tiempo de dejar la sal, la carne, esposas y maridos...los pensamientos
se caen para dejar lugar a los retoños, si tenemos suerte. Ya no recordamos que
este nombre es un disfraz que nos tenemos que quitar, así que caminamos
buscando con el anhelo del corazón, recordamos al venado que se quitó su piel,
y ya cansados y sedientos nos sentamos un momento bajo los árboles estrella.
¿En dónde está tu esposa caminante, en dónde tus hijas? ¿Cuándo dejaste de
mirarlas? Son ellas sostén en este gran tejido. El Venado y una mujer
hermosa hablan con la mirada. Ella no trajo solo velas y maíz, se quedó para
dar de beber a todo el que tenga verdadera sed. Al músico que caza el canto, al
enamorado, a la niña que quiere ser bordado y con hermosa sonrisa da las
gracias por los cuidados recibidos.”
Parece que ella no se mueve. Pero siempre fluye, cambia, por
eso en su corazón venimos a lavar nuestros viejos rostros y a hacernos nada
para ahora sí, empezar a caminar. No se estanquen -nos recuerda- no den
demasiado valor a las formas. Aún
los árboles estrella son flexibles y a cada instante muestran una ancestral
sonrisa nueva.
El tlacuache y su comadre, acompañados de sus extensas familias, caminan para llevar el pagamento a las madres que nos mantienen vivos y contentos.
El tlacuache y su comadre, acompañados de sus extensas familias, caminan para llevar el pagamento a las madres que nos mantienen vivos y contentos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.