En el principio de los tiempos, cuando todo es un sueño
claro y profundo, las escamas de la serpiente empiezan a dibujarse.
El corazón se ilumina y las escamas como burbujas dibujan
una flor que va extendiéndose en el agua primordial.
Es una exhalación de Padre y Madre, de su respiración
sincronizada, la creación se escapa de su abrazo en un sueño.
Primero peces. Peces que llegan a la orilla de algo y
deciden atravesar ese umbral. Cambio de piel, las escamas pasan la estafeta.
Del otro lado las nuevas escamas tienen
patas para moverse sobre la piel de la tierra. Patas que se van estirando. Que
tienen pezuñas. Que dejan huellas que florecen. Y aparecen orejas en las
cabezas, ojos de universo, narices. En forma de nube, cuando se alerta el
corazón, se levanta la cola blanca.
En el mismo sueño hay escamas que se detienen a mirar
estrellas, capturan sus colores y se acurrucan en la tierra. Pierden en plena
conciencia su identidad de escamas de un viejo sueño y extienden un abrazo
hacia lo más profundo, se nutren de oscuridad y brotan nuevas.
En la superficie entonces se asoman orejitas verdes. Astas.
La mar viene desde las más antiguas generaciones a nutrir a lo pequeño, a
recordarle la fuerza del cambio.
Florece hacia el sol un penacho de cascabeles de serpientes
que también se desbarata de amor y preña la vida de mazorcas. Esas pequeñas
escamas teñidas de estrella han quedado atrás pero siguen vivas en la nueva
semilla que se va formando con vigor ancestral y brillo actual.
Cuando ya no puede estirarse más la milpa hacia el cielo,
las mazorcas maduras, se inclinan, abren su manto, y la vida cambia de piel,
soltando la preciosa y nueva semilla que contiene un misterio inédito.
Una y otra vez el sueño suelta. Lo conocido, que parece tan
sólido, revela su ligera transparencia y fragilidad. Y da paso al nuevo tiempo.
Es nuestro sustento. Sueño del Venado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.