Eusebio de la Cruz |
Las Margaritas,
San Luis Potosí
Para el
pueblo wixárika, Wirikuta es un lugar sagrado. Allí se originó la creación y
hacia allí peregrinan cada año los wixaritari, recreando el recorrido que
hicieron sus antepasados desde la sierra de Jalisco y Nayarit y la costa donde
se encuentra la diosa del mar, Aramara. Pasan por el lugar donde nació
Tatevarí, el Abuelo Fuego, y llegan al desierto del altiplano en San Luis
Potosí. En estas tierras áridas vive Tamatzi Kauyumarie, el Bisabuelo Cola de
Venado, y crece el jícuri, ese cactus verde
azulado.
En estos parajes, ubicados en el desierto
de Coronado, cerca de Real de Catorce, el gobierno mexicano entregó al menos 22
concesiones a la minera canadiense First Majestic Silver Corp, a través de
la empresa mexicana Real Bonanza sa. Se trata de 6 mil 326.58 hectáreas de
superficie concesionada, el 70 por ciento de las cuales está dentro de la
reserva de Wirikuta.
Además, en diciembre del 2011 otra empresa
canadiense, Revolution Resources, lanzó un megaproyecto minero llamado Proyecto
Universo, que
convierte en insignificante el impacto de First Majestic. Este proyecto
explotaría recursos minerales en 59 mil 678 hectáreas dentro del Área Natural
Protegida de Wirikuta, lo que representa más del 40 por ciento de la superficie
total del lugar sagrado para los wixaritari. Cuatro de estas concesiones
mineras activas se encuentran en el área de El Bernalejo —ejido de Las
Margaritas— y se planean explotar a cielo abierto.
Es en el Bernalejo donde se entregan las
ofrendas y se realiza la cacería del jícuri.
Es la casa del Venado Kauyumarie. En este cactus se encuentra la biblioteca
viva del conocimiento wixárika, planta de sabiduría que por miles de años ha
sido la guardiana de un pueblo que habla con el fuego, el viento, el agua y la
tierra, y por eso asume la responsabilidad de transmitir el mensaje de que hay
que cuidar el equilibrio de la naturaleza, trayendo hasta nuestro tiempo las
lecciones del mundo antiguo.
Es su misión desde hace miles de años,
pero ahora resulta más necesaria que nunca por las amenazas de megaproyectos,
en su mayoría de mineras transnacionales a las que no les importa la
destrucción de una cultura milenaria. Por esta razón, los seres sabios,
maraka’ate, y todo el pueblo wixárika realizaron una consulta a los dioses más
antiguos, hace más de un año, y les preguntaron qué hacer ante la amenaza al
equilibrio del mundo. Y los dioses hablaron.
El 7 de febrero de 2012, el maraka’ame
Eusebio de la Cruz relató las palabras de las deidades que florecieron durante
el canto de esa noche en el Cerro Quemado (Ojarasca, febrero y marzo de 2012). Las
escucharon a través de Tamatzi Kauyumarie, portavoz de los sagrados, y les
pidieron que a través de Tamatzi Eakateiwari (la deidad del aire) se unan con
todos los elementos sagrados para que nada cambie en sus centros ceremoniales;
que los tzaurixites (sabios) de todos los puntos cardinales y todos los
maraka’ate se unan para ayudar a dar luz a “nuestro universo, a nuestra madre
Tierra”.
A partir de los cuatro elementos del
universo se crearon los lugares sagrados de las diferentes deidades, los cuales
se enlazan con los cuatro puntos cardinales y con los centros
ceremoniales. Sus vidas dependen de ellos y son el equilibrio de la
naturaleza. Por eso los pueblos wixárika deben cumplir el mandato: “Se les pide
a las personas que están en contra de su creador que dejen en paz los lugares
sagrados”.
La destrucción de Wirikuta —fundamento
material y cultural de la identidad wixárika— implicaría el final de este
pueblo milenario, guardián de la flor, el equilibrio de la naturaleza y el
despertar del mundo. Encontrar la flor del corazón del venado azul es como
encontrar el archivo del cosmos que contiene toda esa vibración originaria de
lo que aconteció en Wirikuta.
Este pueblo indígena mesoamericano es un
tesoro cultural vivo que, a pesar de los golpes que ha sufrido, conserva su
conocimiento y lo sigue transmitiendo hasta hoy. Su mensaje principal es que la
naturaleza está viva y comprende los sistemas de regulación de los cuerpos.
Wirikuta es la matriz de vida, de ese espacio donde se teje y sostiene de la
vida del planeta.
Ahora que amenazan Wirikuta los intereses
económicos de las mineras trasnacionales, los wixaritari responden como
tesoreros de la flor del desierto que conocen desde tiempos inmemoriales
peregrinando, cantando, rezando y haciendo ceremonia con mayor intensidad. Son
guardianes de información necesaria para el equilibrio natural del mundo.
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Por Marta
Molina
Revista Ojarasca
http://www.jornada.unam.mx/2013/06/08/oja-guardianes.html
Descargar Ojarasca (Junio 2013) en PDF
http://www.jornada.unam.mx/2013/06/08/ojarasca194.pdf
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