virikuta:
la tierra, el agua y la cultura
Ojarasca
Diciembre 2011
por Juan Trujillo Limones
Los pasados 26 y 27 de octubre se desarrolló en la capital del país la jornada por la defensa del sitio sagrado indígena de Kauyumaritsi, en el Cerro Quemado de San Luis Potosí, y el Ejido Las Margaritas en Virikuta. La movilización llegó a Los Pinos y entregó una carta en la que el Consejo Regional Wixárika y el Frente en Defensa Tamatsima Waha‘a demandan al presidente Felipe Calderón: “Cancele usted la minería en Virikuta, eleve a rango federal su protección ambiental y cultural y todas las descendencias se lo agradecerán; de lo contrario, las generaciones presentes caminaremos un camino difícil pero firme” para detener esta amenaza.
La extracción de oro y plata en la Sierra de Catorce data de 1779. La fiebre del oro se incrementó en todo el continente entre 1860 y 1890. La resistencia del pueblo lakota al desplazamiento forzado de las Montañas Negras en 1876, es sólo un ejemplo. Quienes ayer con fuego y sangre han acumulado metales, hoy ambicionan más.
La lucha por el territorio de Virikuta, donde se encuentra el jícuri, o peyote, ha llegado a las ciudades y gente solidaria se está sumando. También se precisa de la unión de la población local. Los maraka‘ame, autoridades espirituales y dirigentes wixárika, realizan un proceso de concientización, organización, politización y movilización para articular los entramados hereditarios y despertar las conciencias. La cultura y la lengua de su pueblo están en la planta sagrada. Su arte, sus formas de organización, la persistencia de su espiritualidad y su vida social.
Según SubVersiones AC (21/10/11), hay pruebas de que en la región y en particular en Real de Catorce y El Potrero, la actividad minera ha provocado la improductividad de la tierra por la contaminación del agua, que a su vez afecta los manantiales con cianuro y xanato.
Para sumar conciencias y defender la vida es preciso abrir el tema. Ayudan las consignas, marchas y conciertos con músicos famosos en la capital, pero también es necesario escuchar a quienes padecen la devastación. Si se quiere que esta lucha interpele a toda la sociedad y no sólo algunos grupos y políticos, necesita una estrategia de comunicación desde abajo que inyecte la dimensión social del conflicto. Sería la fuerza que logre frenar a las empresas apoyadas por los gobiernos, propietarios y fuerzas armadas.
Existen grupos de curación y aquéllos que caminan la espiritualidad indígena, las fiestas sagradas, el uso ceremonial y curativo del jícuri que conocen el peligro de la ocupación de las tierras. Y colectivos y organizaciones de izquierda cercanas a estas experiencias que se podrían sentir convocados al margen de gobiernos y partidos. Hay que ensanchar el camino.
Gobiernos, fuerzas armadas, multinacionales y medios de comunicación libran una guerra permanente contra los pueblos indígenas, su cultura y sus territorios. El pacto de Huauxa Manaka del 28 de abril de 2008 y la figura de la zona natural protegida son sólo dos máscaras de quienes pretenden “preservar” un territorio que brinde ganancias al capital. First Majestic y West Timming Mining tienen 33 proyectos mineros obtenidos del gobierno: 6 mil 326 hectáreas, de las cuales 70 por ciento están en Virikuta.
Los pueblos se han levantado en años recientes para resistir desde sus territorios. Los acuerdos y pactos no serán cumplidos, como queda registrado en el largo memorial de agravios. Esperar respuestas oficiales es un diálogo con sordos y ciegos. Resulta necesario regar las semillas y preparar el terreno de la autonomía: concientización, politización y movilización de todos en el campo y la ciudad.
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