Tamatz Kauyumarie está enamorado de todo. Ayuda al Sol a
conocer los secretos del agua para que pueda triunfar en el juego que sostiene
con las señoras de la lluvia. Para esto se va a los cinco rumbos disfrazado de dos venados y se mete en las
casas donde se depositan las ofrendas y objetos sagrados para estudiar las
jícaras y otras cosas que se le dan a la lluvia, a la mar.
En la roca que está a la orilla de la mar recupera los
objetos del Sol, unos que ahí se habían dejado, y gracias a sus dos cabezas de venado entiende
lo que hablan las jícaras del agua. Como recompensa por ser tan buen
ceremoniante, el Sol le regala un rancho y ahí se va Kauyumarie a vivir junto
con unas serpientes de cascabel y una víbora chirrionera. El Sol le dice que si
junta la saliva de las culebras y se unta con ella el cuerpo, se vuelve muy
sagrado, eso hace Tamatz y además les arranca los crótalos con los dientes y se
unta el cuerpo con la sangre que brota.
Queda en verdad muy sagrado, tanto que tiene que quedarse en
ese lugar por cinco meses quieto y sin comer sal ni tocar mujer. Ah, pero como
la gente del mar se ha dado cuenta de toda la movedera de las piedras y la
mudanza al rancho, mandan a una mujer mar, muy hermosa, que se viste de mujer
luna, Metseli, y ella le va a proponer a Tamatz que se casen.
Lo visita a cada rato hasta que logra que Kayaumari tenga un
sueño erótico con ella, justo cuando está entonando los cantos sagrados del Sol,
y en lugar de soñar las revelaciones
solares sueña con ella. Es que está guapísima y su perfume luminoso se
cuela por todos lados.
Agua de mar y lluvia. La gente mar se anota su primer
triunfo. Una victoria de importancia. Es que la vida depende de la danza
equilibrada de agua y fuego. Nada más hay que observar como se balancea el año.
De plano los compadres de Kayaumarie, Wakuli y Palikata le
piden permiso al Sol para irse a vivir cerca de la ranchería de Tamatz. Y el
Sol está muy de acuerdo y les da las instrucciones para su mudanza.
Continuará...
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