martes, 28 de agosto de 2012

Allá en Haramara


Existe un lugar en nosotros que conserva intacto el rostro original. Hay que adentrarse en lo profundo. Hay que reconocer a todo lo que ha muerto para darnos este pedacito invaluable de vida. Ahí viven los difuntos, en cada mosquito que se posa en nuestra piel. Ahi viven pensamientos serpiente, tanto en los abismos de agua helada como volando por el cielo del atardecer. Ahí viven las ballenas que recuerdan el primer canto del universo.
El que se distrae pensando en obtener recompensas a cambio de vender lo sagrado va a caer en el canto de las sirenas, en sus engañosas extremidades de apetito voraz. El que camine agradecido al poniente ese verá en todos los monstruos que acechan a los diferentes momentos de la noche y el día, a lo que da vida, a la familia.
Y a la familia se la trata con cariño y respeto.
Así nos espera la fuerza del abrazo de la Señora, ahí parada en la playa, vestida de antiguo ixtle espuma de mar.

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