Foto: Archivo Venado Mestizo |
por Hermann Bellinghausen
La isla
sagrada de Tatei Haramara, en las mejillas del mar Pacífico en San Blas,
Nayarit, igual que el desierto de Wirikuta en San Luis Potosí y las montañas de
la sierra Madre Occidental en Jalisco y Durango donde viven hace siglos,
representa un frente de resistencia para los wixaritari, pueblo ejemplar y
paradigmático para México y las Américas (donde pugnan otros grandes
pueblos-paradigma), y necesario para el mundo. En ellos, pensamiento y
acción van juntos, partes de un mismo genio de pueblos. No es metafórico decir
que defienden (responsables, valientes, y pacíficos) nuestras tierras y mares,
sus entrañas y laderas. ¿Qué sería del país si no existieran mexicanos como los
wixaritari? Son guardianes. Como en lo suyo los zapatistas del sureste. Como
los yaqui de Cajeme. No estamos solos, los tenemos a ellos.
La mitología viva de los wixaritari hace que su geografía
profunda trascienda límites estatales y regionales, lo que en tiempos como los
actuales posee más sentido que las lógicasextractivas, mercantilistas,
represivas y racistas que rigen al Estado mexicano y sus infinitas correas de
transmisión corruptas, su propaganda, la depredación de nuestras leyes a punta
dereformas estructurales vergonzosas y la fabricación criminal de
discordias en las comunidades.
El Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta
lucha también por Tatei Haramara. Ya apeló a la presidencia de la República
(sello de recibido: 9 de mayo de 2013) y las secretarías de Gobernación, Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y de Desarrollo Agrario Territorial y
Urbano (Sedatu). En una carta clara y digna, impugnó una acción inminente del
Ejecutivo: la entrega de una porción simbólica de la Isla del Rey a
la Unión Wixárika de los Centros Ceremoniales de Jalisco, Durango y Nayarit AC,
agrupación sin verdadera representatividad, reciclada ad hoc por la
Comisión para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI) para disfrazar un
despojo en beneficio de empresas turísticas, en un territorio sagrado más
amplio que el entregado con pompa y circunstancia el 9 de agosto por
el titular de Sedatu Jorge Carlos Ramírez Marín y todos los funcionarios
federales y estatales que les cupieron por ahí. Suhomenaje al indio fue
una burla ante lo que demagógicamente se presentó comorepresentantes de las
etnias de todo el país. Cuando en México se habla deetnias hay que
llevarse la mano a la cartera.
La carta desoída por el Ejecutivo solicitaba una consulta sobre
la desincorporación que hizo Semarnat del régimen de dominio público de la
federación de terrenos ganados al mar, y autorizó la enajenación a título
oneroso en favor de Desarrollos Turísticos del Rey y Desarrollo Turístico
Aramara, en un trámite a espaldas de las comunidades de los centros
ceremoniales, sus jicareros, presidentes de los jicareros, autoridades civiles,
tradicionales y agrarias. Mediante irregularidades solapadas
por el Ejecutivo, se entregaron a una asociación que nunca ha defendido de
manera eficiente a las comunidades, sino que ha estado bajo el mandato de la
CDI, y que legítimamente no representa al pueblo wixárika; sin embargo, el
Estado la ha legitimado y ha hecho creer engañosamente a los centros
ceremoniales que es la instancia que los representa.
Fuente:
La Jornada
Lunes 12 de agosto del 2013
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.