En la sierra el muchacho va caminando entre
formaciones rocosas que asemejan personas, animales, casas. Está muy interesado
admirándolas cuando se da cuenta que una piedra grande como mesa es sostenida
por un hombre. Esto despierta su curiosidad y se acerca para averiguar. Con los
brazos en alto y cara seria está deteniendo la roca.
-Buenos días, si me permite la pregunta por qué está usted ahí
deteniendo esta roca.
-Buenos días, muchacho, este trabajo es muy importante, la roca que
sostiene el mundo es la que cargo sobre mis brazos. Si yo me fuera de aquí sin
dejar a alguien más se derrumbaría todo, el cielo nos aplastaría.
-Oiga y ¿lleva mucho tiempo haciendo este trabajo?
-Mucho, no sé cuánto.
-Y ¿no me dejaría ayudarle?
-No muchacho esto es un trabajo para hombres, no es para jugar. Sólo se
lo puedo pasar a alguien a quien le interese mucho, de verdad, que no se caiga
todo. Hay un precio que pagar por tomar este puesto.
-A mi me interesa mucho de verdad, estoy dispuesto a pagar el precio.
-Bueno, si antes del medio día me traes tres sombreros te dejo sostener
la roca.
-Trato hecho.
Y los consiguió.
Recibe las indicaciones, se prepara y con mucho cuidado va tomando el
lugar del otro, despacio para que no se les fuera a salir de control el peso
del mundo.
Cuando el hombre suelta la roca le da la bendición y lo felicita, le
agradece y se despide.
Ya para el atardecer se da cuenta el muchacho de que no le preguntó qué hacer
en caso de tener que satisfacer alguna necesidad.
Se aguanta toda la noche despierto.
Cuando ya no aguanta más las ganas de orinar, por no mencionar el hambre
y el dolor de brazos y espalda, trata de jalar un palo que hay por ahí para
ponerlo en su lugar, se mueve despacito, lo pone con cuidado, y se aleja un
poco. En eso oye que el palo se cae y se espanta muchísimo ¡Ah que he
hecho!...pero no pasa nada, no se caen el cielo ni el mundo.
Todavía está espantado y sin comprender.
-Buenos días joven.
Se asusta más. Es un grupo de hombres.
-Ah, buenos días, no los oí llegar.
-Joven venimos por usted para que vaya al templo, que ya tenemos tiempo
buscándolo.
Y lo agarran y se lo llevan al lugar de donde tomó el tepu. No
se dio cuenta en sus andares que iba caminando en círculo y llegó a
donde inició todo.
El muchacho está muy espantado. Cuando van entrando al patio ceremonial
ve que todo está adornado y las mujeres andan atareadas de aquí apara
allá con ollas y canastos.
Lo recibe un anciano y le pide que se siente. Desenvuelven el tepu y le
ponen una tea de ocote debajo para que el cuero agarre el tono. El anciano le
habla:
-Te hemos escuchado tocar, ahora vas a tocar para la fiesta.
Y con el corazón encendido deja que se diluya el miedo y se pone a tocar
todo el día y toda la noche, el abuelo canta mientras las familias danzan y
celebran los frutos de la tierra, y le comparten tamales, atole, caldo y
sonrisas.
Y esta es la manera en que descubre el canto de su vida.
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