Un muchacho despistado que no se ocupa de nada, para quitarse el aburrimiento se mete al templo, a ver qué hay, le gusta el tepu... sí, el árbol que canta, el tambor de las ceremonias. Se lo roba. Se fija que no haya nadie que lo vea -es de madrugada- y agarra para el monte, corre un rato, disfrutando la adrenalina. De pronto se espanta porque se le aparece un señor y piensa que le viene a reclamar el robo del tambor. Pero no, simplemente lo saluda, ni siquiera mira el bulto donde esconde el tambor, y caminan un rato juntos.
El señor le dice:
-Oye muchacho pues fíjate que yo tengo por aquí mi ganado, tengo muchas pero muchas reses y ahora que tengo que salir de viaje unos días ando pensando a quién dejarle encargado que lo cuide, el mejor hato de este rumbo, ya me han pedido algunos que les deje yo pastorear y atender este ganado. Todavía no me decido... y es que podría llegar a compartir algunos becerros con el que cuide mis animales, que hay varias vacas a punto de parir.
En eso llegan a un lugar donde se ve un valle cubierto de neblina. Y el hombre, a quien se conoce como el diablo Justiman, señalando a la neblina le dice:
-Mira ahorita que está amaneciendo la neblina no deja ver mi ganado pero ahí se ven las puntas de los cuernos.
Efectivamente se pueden ver cientos de puntas que sobresalen de la neblina. Vaya, muchísimas.
Y rápidamente el joven le dice que él quiere cuidarle el ganado.
Pero el diablo Justiman le explica, que hay un precio por tener ese honor de ser el elegido para llevar a las reses a beber, a pastar, meterlas al corral, etc.
El muchacho está cada vez más entusiasmado y le dice:
-¿Cuál es el precio? Dígame, dígame.
-Tres sombreros.
-¿Cómo que tres sombreros?
-Si pues. Si quieres que te deje cuidar este hermoso ganado, consigue tres sombreros, aquí en el rancho que está tras esta loma los puedes conseguir. Yo voy para allá. ¿Qué dices?
El muchacho acepta, está presuroso por llegar y cerrar el trato.
Y se van caminando rapidito. Llegan al rancho, se separan, enseguida llega el muchacho a donde está Justiman y le dice:
-Aquí están los tres sombreros.
-Pues un trato es un trato, te puedes regresar a cuidar el ganado, nos vemos a mi regreso.
-¡Gracias señor! Va a ver que buen trabajo hago con ese ganado.
Y se regresa corriendo a donde está el ganado, pero cuál va siendo su sorpresa al llegar al lugar, pues que para esa hora la neblina se había levantado, y se da cuenta que lo que asomaba no eran cuernos sino las puntas de un montón de arbustos pelones que crecen en ese llano.
El joven se queda perplejo un buen rato y luego decide seguir su camino, porque se acuerda que tiene que huir, pues seguramente ya se descubrió el robo del tepu.
Continuará...
segunda parte: http://venadomestizo.blogspot.com/2011/11/los-tres-sombreros-segunda-parte.html
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