Este es un relato de hace mucho tiempo, cuando se acuesta la bisabuela cerquita del mar. Para sentir la brisa húmeda en su mejilla cierra los ojos y entra en algo parecido a un sueño, porque en realidad ella nunca se duerme, tampoco su esposo el fuego ancestral, aunque cabeceen o ronquen sentados en sus equipales están despiertos, aunque no los veamos, están atentos.
La bisabuela puede ver las salinas, los numerosos ríos que por encima de la tierra y debajo de ella bañan lo que ahora conocemos como Nayarit, los animales diminutos y grandes, los que vuelan, los que se arrastran y los que tienen pezuñas o garras.
También saluda a las plantas de la costa y las de los cerros altos.
En su otra mejilla, del lado de su cuerpo que no daba directo al mar del poniente, por el brazo y la pierna ve como caminan en su ensoñación otros tantos animales y plantas llenos de sabiduría, los que corresponden al desierto.
Entonces esa parte de la familia comienza a llamar al mar porque tiene sed y en el sueño la abuela toma hilos que le da Haramara, hilos de espuma con los cuales teje redecillas hermosas que se convierten en nubes, luego viene el viento y las lleva hasta donde se necesita agua. Está muy entretenida viendo como encima de ella van las nubecitas que ha tejido, hay también mariposas y abejas, colibríes y niñitos pequeñitos sentados en las nubes. Esos niños llevan figuras de masa, tortillas pequeñas y guajes pequeños que suenan al agitarse.
En eso suena un trueno tremendísimo, comienza a caer al agua, la bisabuela se espanta y al enderezarse, deja su cuerpo, solo se levanta su esencia.
Pero no le causa ningún apuro, ahí lo deja ya convertido en la sierra, esa que tiene selva y desierto. Los antiguos hombres y mujeres que pudieron ver el sueño de la bisabuela se ponen a dibujar las visiones en las piedras, hasta la fecha puede ver uno ahí los petroglifos.
bellisimo...Saludos
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